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Marivaux explora una vez más la dicotomía del ser y el parecer, para demostrar que solo el amor deja al desnudo el ser humano, dignificando al enamorado, y relegando a la máscara y a la soledad al “insensible”.
En «El malentendido» la apariencia idéntica de dos hermanas no confunde al enamorado Ergasto, que escoge guiándose por el corazón y no por los ojos; en «El petimetre corregido» los afanes de los sirvientes y el amor por Hortensia enfrentará al protagonista a su propio reflejo y le impulsará a despojarse de sus formas mundanas y afectadas.
Dos comedias en las que el amor desvela lo mejor que llevamos dentro y se manifiesta como la mejor esperanza de salvación de la humanidad.
No podemos dejar de señalar, antes de iniciar el comentario de los textos que nos convocan en estas páginas, el hecho de que sean ya 108 los números publicados en la serie “Literatura dramática”, a la que muy recientemente se han incorporado obras de Octave Mirbeau, Arthur Schnitzler, Yevgheni Shvarts y Per Olov Enquist, pero también Inquisición de Francisco Antonio Cabello y Mesa, o las agrupadas al amparo del sintagma “teatro sufragista británico”, especialmente recomendables. Hay en esta casa otras colecciones, con una actividad igualmente interesante, pero en esta se han de destacar la calidad y la oportunidad de los títulos publicados, en algunos casos recuperando del olvido textos de especial relevancia, también para el momento actual, sea por cuestiones de fondo como de forma, que de todo hay para quien quiera leer.
Poco a poco la serie ha ido añadiendo títulos de uno de los autores dramáticos más importantes del siglo en que las luces, y la razón, se convierten en faro de no pocas luchas y conciencias, con lo que la creación literaria se convierte también en espacio para la crítica de costumbres y en la propuesta de una nueva moral. No olvidamos La isla de los esclavos, La colonia, o Escuela de madres, en los que se abordan temas que siguen gozando de gran actualidad, infelizmente. Hablamos, claro está, de Pierre Carlet de Chamblain de Marivaux (1688-1763), novelista, escritor, pero también editor entre 1721 y 1724 de Le Spectateur français, periódico concebido a la manera de The Spectator, editado este último en Londres por Richard Steele y Joseph Adison, y que figura entre las primeras publicaciones culturales de Europa.
De nuevo de la mano experta de la profesora y traductora Lydia Vázquez Jiménez, responsable de traducción y edición, nos llegan dos títulos que suponen, en sus propias palabras, una demostración de la excelencia en las letras de un autor igualmente notable en el uso de golpes de efecto tan útiles y tan aplaudidos en las escenas italiana y francesa de la capital gala. Y en efecto estamos ante dos textos muy notables que además toman como elemento central en su entramado narrativo el motivo de la máscara, en su dimensión más material y metafórica, pero también más crítica.
La máscara, que es la causa de que, en El malentendido, Ergasto confunda a Clarisa con Hortensia, pues ambas la portan y por tanto no son reconocibles a simple vista, es un elemento con el que se caracteriza una parte importante de los estamentos sociales dominantes en la Francia prerrevolucionaria, muy especialmente la aristocracia, pero también la burguesía que aspiraba a ser admitida en ese círculo cerrado. La máscara social, que habían de adoptar tales personas para integrarse en los círculos sociales que les eran exclusivos, implicaba la asunción de identidades y pautas de comportamiento que acabaron por resultar risibles, como ocurre en El petimetre corregido, una crítica feroz a las formas de relación de la nobleza parisina, que fuera de su contexto habitual, y trasladadas a provincias, resultan ridículas.
Sólo el abandono de la máscara, y la renuncia a la conducta pautada por la etiqueta social, permite que el ser humano se muestre como tal, y que en consecuencia sea capaz de hacer uso pleno de su humanidad, lejos de la posición falsa e impostada que conduce siempre al simulacro. Y solo así el amor puede emerger, porque en el fondo todas las historias que en el mundo han sido se trenzan también en torno al amor, siempre como tema central, aunque no lo parezca. Lo cantaba, de forma brillante, Johnny Cash, en la conocida balada “A Thing Called Love”.
El tema también estuvo presente en la dramática española vinculada a la Ilustración, muy especialmente relacionado con la necesidad de promover un nuevo modelo educativo familiar, y autores como Nicolás Fernández de Moratín (La petimetra, 1762), Tomás de Iriarte (El señorito mimado, 1788), Leandro Fernández de Moratín (La mojigata, 1904), o Fernando Cagigal de la Vega (La educación, 1918), se esmeraron en la empresa. En el caso de Marivaux, antecedente claro de los anteriores, la crítica social se torna todavía más demoledora cuanto reparamos en el rol que cumplen los criados de los nobles, siempre atinados en sus juicios, precavidos en sus acciones y temperados en sus parlamentos, y quienes finalmente libran a sus señores y señoras de cursos de conducta condenados al fracaso y la ruina, o simplemente al mayor ridículo posible.
Son los criados y criadas, entonces, quienes educan, con su ejemplo, a sus señores y señoras. Como cantaba Amancio Prada, en aquella letra del poeta leonés Luis López Álvarez, “¡Ay, del pueblo, si quisiera darse nuevo capitán!”, aunque bien es cierto que lo que el pueblo necesita no son capitanes, sino recuperar su dignidad como sujeto histórico, en defensa de aquellos viejos ideales de libertad, igualdad y fraternidad, que ya asoman con fuerza en Marivaux. Un sujeto histórico capaz de derruir todo tipo de máscaras, simulacros, aderezos, falsas imposturas, y locuaces, o torpes, narrativas.
Manuel F. Vieites
Edición y traducción de Lydia Vázquez.
Madrid, 2018. 150 págs.
ISBN: 978-84-17189-09-9