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Desde hace cuatrocientos años, un terrible dragón de tres cabezas tiraniza a la ciudad, con la complicidad de las autoridades locales y el conformismo de sus habitantes. Deben ofrecerle varias cabezas de ganado como alimento y una virgen cada año. Elsa, hija del archivero de la ciudad, está a punto de ser sacrificada cuando llega Lanzarote, caballero errante de los tiempos modernos y héroe profesional, que decide retar a la bestia en combate y salvar a la chica, de la que se está enamorando. Aunque pronto descubrirá que, para liberar a la gente de la opresión, matar al dragón no es suficiente… A partir de la forma de un cuento tradicional, Yevgueni Shvarts escribió en 1944 esta obra, quizá la más relevante de su producción, en la que plantea una crítica al totalitarismo y aborda algunas de las grandes cuestiones políticas y sociales de nuestra época.
La ADE publica la obra de un autor ruso, Yevgueni Shvarts (1896–1958), con gran éxito internacional pero casi desconocido en España. Nos ofrece su obra más representativa, El Dragón, y la historia de un interesante proyecto escénico de Juan Antonio Hormigón durante los años finales del franquismo.
El teatro de Shvarts es un teatro político, sin ataduras estilísticas, alejado del modelo realista. Elige el cuento, la fábula filosófica para reflejar una sociedad resignada a la tiranía. En El Dragón, Shvarts propone una crítica de la figura del dictador omnipresente, que según algunos pudiera representar una crítica al nazismo y otros simplemente a los dictadores de todas las orientaciones políticas, y que le llevó a la prohibición de la representación de su obra en la Rusia de Stalin (1946) y de Jrushchov tras su primera exhibición pública en Moscú, el 4 de agosto de 1944. El Dragón no fue representada en Rusia hasta 1962 después de la muerte del autor.
A través de esta publicación nos encontramos con un proyecto editorial muy especial. Por un lado la propia edición de la obra con la traducción de José Fernández Sánchez, y la adición de dos anexos. Dos posibles “finales de la obra” propuestos por Hormigón y Francisco Nieva, que nos ofrecen una visión conjunta de la interpretación de un mismo texto y sus posibles lecturas.
Por otro lado, y no menos importante, nos encontramos con una pormenorizada exposición del proyecto de Juan Antonio Hormigón para intentar llevar a cabo una puesta en escena de El Dragón en 1973. En este opúsculo, Juan Antonio Hormigón, despliega una vez más el desarrollo de su quehacer artístico como director de escena. Expresa sus opiniones sobre la situación política de la España de finales de la dictadura franquista e inicios de la Transición a la democracia. Igualmente aporta su forma de entender el arte de la dirección de escena, su postura frente a los comportamientos de los profesionales de la escena, la situación de los autores teatrales y los diferentes procesos creativos en la esfera internacional, elaborando un testimonio artístico de su forma de abordar una propuesta escénica. Junto al trabajo dramatúrgico expuesto, en sus Recuerdos del Dragón, aporta valiosísimos documentos gráficos de la aportación de Fabiá Puigserver para la escenografía y bocetos de algunos de los figurines diseñados para su puesta en escena.
Esta edición incluye además el testimonio de Nikolai Akimov y el estudio literario de Gerhard Schaumman sobre el autor y su particular obra dramática.
Akimov llegó a representar El Dragón en público por primera vez en 1962. Dieciocho años después de una primera puesta en escena que fue censurada y suprimida, tras su estreno en Moscú el 4 de agosto de 1944. Akimov señala: «Había siempre complicaciones de este tipo con las obras de Shvarts».
El artículo de Schaumman, Elementos tradicionales y elementos renovadores del cuento en Yevgueni Shvarts (1973), desmenuza las características fundamentales de la obra dramática del autor enmarcándola en el antinazismo. Schaumman trata de evidenciar la intencionalidad ideológica de Shvarts, cuyo objetivo sería «hacer visible el fascismo y especialmente su amoralidad y sus métodos de dominio».
Lancelot, un forastero idealista y valiente, decide liberar a una ciudad del Dragón que la ha estado oprimiendo durante cuatro siglos. A pesar de la desaprobación de la población, Lancelot reta al dragón, lo mata y e intentará liberar la ciudad aunque para ello tenga que entregar su propia vida. Pero la pequeña ciudad cae bajo el control del Alcalde. Ansioso por el poder, el antiguo regidor, aprovecha la oportunidad para establecer una nueva tiranía sobre sus habitantes rendidos al sometimiento.
«TERCERA CABEZA DEL DRAGÓN.- Lo que me consuela es que te dejo mentes retorcidas, mentes agujereadas, mentes muertas…»
En El Dragón, Shvarts construye un universo coherente, completo y autónomo, que gira en torno a la revisión de la historia humana. La memoria de la Historia aparece como principal elemento dramático.
A través del Libro de quejas, un libro que se escribe sólo, sin la intervención humana, en una cueva en las Montañas Negras, el Mundo recoge todas las desdichas humanas, a lo largo del tiempo. Es en este libro donde Lancelot descubre la existencia de esta ciudad sometida por un dragón durante siglos, que cada año sacrifica una doncella, en un ritual asumido y celebrado por todos. Lancelot llegará un día antes del sacrificio anual, y conseguirá que el Dragón acepte el reto público gracias de nuevo a la historia. Carlomagno, el padre de la víctima y archivero, hace valer un documento que propicia el reto.
«CARLOMAGNO.- …Está escrito y jurado»…
En otro plano aparece la historia contada por los hombres, que tendrá su máximo exponente en la figura del hijo del Alcalde, de quien depende la reescritura de los acontecimientos de la ciudad. A través del relato del combate entre Lancelot y el Dragón se determina la legitimidad del poder. De hecho el combate no aparecerá en escena, los ciudadanos no podrán ver el desenlace.
«ALCALDE.- …Se prohíbe mirar al cielo, por orden de la ley, para evitar una epidemia de enfermedades de la vista. Seréis informados de lo que ocurre en el cielo por los partes que serán emitidos por el secretario particular del señor Dragón cuando los considere oportunos».
En el cuarto acto, El Alcalde pretenderá alzarse como Presidente de la Ciudad Libre y legítimo vencedor del dragón. El nuevo tirano, tendrá que imponer de nuevo su propio relato para legitimarse en el poder. Los escribanos compondrán la historia al dictado del nuevo Presiente de la Cuidad.
«ENRIQUE.- …Escribanos, abrid el libro de registro de los acontecimientos felices»…
Frente a este relato de felicidad impuesta, Elsa, la víctima, ya no asumirá su sacrificio y reclama del pueblo una reacción. Es ella quien se encara frente al miedo de una sociedad cómplice.
Lanzarote volverá, de nuevo a salvar a la doncella y el relato de la historia seguirá escribiéndose sin la intervención del hombre en el “Libro de quejas”.
«LANZAROTE.- …Nadie lo toca pero cada día se agrega una página a lo escrito. ¿Quién lo escribe? El mundo. Allí se registran todos los crímenes de los malvados, todas las desdichas de los que padecen sin culpa, todas las desgracias de los humildes.»
El dragón cuestiona los límites de la autoridad política, pero constituye principalmente una reflexión sobre el compromiso del hombre de la calle, su pasividad a veces culpable, y la necesidad de una reacción popular ante la tiranía. Shvarts se aleja del modelo realista. Su obra se articula fuera de las fronteras convencionales del teatro a través del lenguaje excesivo, del humor, del tratamiento expansivo del tiempo y el espacio, de los personajes anamórficos, de los elementos mágicos… Utiliza el cuento para tratar de desasirse del prejuicio militante porque está hablando de la libertad y es consciente de que cada sociedad deberá definir en qué consiste la libertad.
Salomé Aguiar
Traducción del ruso de José Fernández Sánchez
Versión castellana de Juan Antonio Hormigón
Madrid, 2018. 184 págs.
ISBN: 978-84-17189-05-1