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Escrita al margen de la censura como una denuncia de los abusos del poder, esta comedia forma parte del Teatro en libertad, que Victor Hugo (1802-1885) escribió durante su forzado exilio en los años del gobierno de Napoleón III.
Su argumento nos lleva hasta la isla de Man, donde dos enamorados, Lord Slada y Lady Janet, que llevan tres días huyendo de la persecución del Rey, sin comer ni beber, se refugian en un claustro en ruinas. En el bosque cercano coinciden también el ladrón Aïrolo y la centenaria bruja Zineb. Las profecías de ésta antes de morir y la astucia del pícaro pondrán al supersticioso Rey en aprietos, cuya resolución evitará la condena de los amantes.
Una obra sorprendente, en la que se mezclan lo fantástico y lo real, la grandeza de la naturaleza con la bajeza del género humano, salpicada de un humor tierno y con un toque de melancolía. Una comedia que reivindica, como las mejores obras de Victor Hugo, “la potencia de los débiles”.
Mangerant ils?, título original de esta pieza, nos invita a asomarnos a una de las nueve obras teatrales que el propio autor agrupó bajo el apelativo de Théâtre en liberté. Escritas durante su exilio, Hugo (1802-1885) prohibió que fueran representadas hasta después de su muerte para preservarlas de la censura, de esta forma ¿Si comerán?, escrita en 1867, debió esperar casi veinte años para ser publicada y cuarenta para ser llevada por primera vez a la escena. Sin embargo en esta primera quincena de siglo nos encontramos con seis diferentes puestas en escena, una de las últimas la realizada por el Théâtre National de Toulouse hace apenas dos años.
La introducción de Annie Andioc, también responsable de la traducción y las notas que la acompañan junto a Juan Ramón Vera, aporta unos pequeños apuntes sobre el autor y su obra, además de una breve semblanza del contexto sociopolítico en el que vivió y su exilio; pinceladas que nos permiten observar la gran fluctuación del ideario político por el que Victor Hugo transitó y nos ponen en contacto con algunos fragmentos de sus discursos y escritos.
Las herramientas de la novela y la poesía puestas a favor del teatro, se reflejan a través de las descripciones que dibujan el paisaje en el que transcurre la acción, sus acotaciones y diálogos se encuentran llenas de atmósferas, texturas, emociones, humor y movimientos, convertidos en antesalas que nos predisponen a enmarcar la pieza tal y como él la imagina. Hugo sitúa la acción en la céltica isla de Man, y más concretamente en las ruinas de un claustro dentro de un bosque convertido en trampa mortal para todo aquel ser humano que se adentra en él. Leyenda, mitos y un curioso compendio de plantas completan su descripción.
Mess Tityrus.- ….Sócrates hubiera encontrado aquí buen surtido de cicutas; la escamonea, una correhuela a la que odia el pavor público,…aquí está la mandrágora con la bistorta; aquí la estáquide donde bebe la víbora embriagada; de modo que uno se ve protegido por los lazos de un santo asilo, adornado con arbustos venenosos…
El primer acto, titulado La bruja, se divide en VI escenas. La I está protagonizada por la centenaria bruja Zineb, que al adentrarse en el bosque en busca de un lecho para morir, se encuentra una paloma herida que porta un comprometido mensaje del obispo al abad: si se mete con tu iglesia nos meteremos con su trono. Esta sentencia tendrá un papel importante en el desarrollo de la trama y le servirá a la hechicera para afianzar la creencia del rey sobre sus dotes adivinatorias.
El autor nos presenta desde el principio y abiertamente la rivalidad existente entre el poder político y el poder religioso, al mismo tiempo que denuncia “el abuso” como práctica constante de ambas fuerzas. Sin embargo la envoltura mágica con la que cubre la obra, el latente empeño en demostrar la hegemonía del poder de la palabra, frente a la fuerza y su manera de jugar a expresar con humor las situaciones, le confieren a la obra un especial carácter divertido y amable.
En la II escena el autor, haciendo magistral uso de “los apartes”, convierte al lector en cómplice de todo lo que acontece “a espaldas” de los personajes. El rey y su consejero Mess Tityrus comparten diálogo con un oculto Aïrolo, testigo clandestino de sus intenciones; ladrón y espíritu libre se convertirá en el protector y salvador de la joven pareja de enamorados. El propio Mess Tityrus aprovecha una acción del rey para confesarnos desde el proscenio su opinión sobre el real personaje, al mismo tiempo que se nos describe con lúdica franqueza:
¿Es que odio Yo este Rey? No ¿Por consiguiente le amo? En absoluto ¿Deseo su bien? Claro que no. ¿Su mal? Ni siquiera. Cuando le veo inclinarse a un lado bestial y oscuro, le animo… Lo único es que cada vez que una ocasión se presenta, trabajo para volverle aún más idiota ¿Por qué? Para Distraerme. ¡Ah, un necio que obra maestra! Lo contemplo con mirada de artista…
En la III escena Lady Janet (joven de la que el rey está enamorado) y Lord Slada (noble primo del rey) aportan a la pieza, aparte de uno de los ejes principales del conflicto, el componente de amor romántico. Su acto de desobediencia a la voluntad del rey les ha llevado huyendo hasta ese lugar en el que ya casados se encuentran asediados por el monarca, la naturaleza y el hambre. La presentación de Aïrolo a los jóvenes da paso a la siguiente escena y con ella al primero de los grandes monólogos que componen la pieza, cargado de humor, ritmo y una fluidez expresiva que en momentos se convierte en delirante:
El príncipe es la medalla, y soy la otra cara; y nos roen a los dos los mismos gusanos. Tal vez se duerma mejor en mi caverna que en la suya. En resumidas cuentas, él es muy vulnerable; también a él pueden darle jaque y mate. El rey es mi contrario. O mi formato grande…Pensativo, desprecio de lejos al juez, y más al sacerdote, y no necesito sus religiones, leo a Dios sin gafas. Me gustan los ruiseñores y las aguzanieves. No sé si acabo de llegar, no sé si me voy… Soy la nada, alegre. Suponed una cosa que no es y que se ríe; ese soy yo. Descanso y dejo que Dios siga cavando…. ¡Ah! Valgo tanto como los reyes, ya que tengo la libertad de reír en el fondo de los bosques. Mi casa es el espacio y Nada es mi patria. Mirad, el nacimiento es una lotería; el azar hunde su mano en la bolsa, y ¡así nacemos! En este oscuro sorteo me ganó el bosque. Lindo premio… Soy lo peor y lo mejor. Soy el hombre de abajo. Amigos, ¡qué agradable es! Dios si no fuera Dios, quisiera ser el Diablo. Veo el reverso de todo…
Todo se va disponiendo; en la escena V, frente al hambre de los enamorados vemos los preparativos del banquete real. Para acabar el acto, Hugo pone en relación a Zineb y Aïrolo; éste la libra del asedio y persecución de los hombres del rey y le ayuda a huir del bosque. En agradecimiento la hechicera le entrega la pluma, talismán que igual que a ella le otorgará cien años de vida.
El saber que esta serie de obras de Théâtre en liberté no se representarían durante la existencia del autor le propicia momentos de una gran eficiencia dramática y se permite la libertad de caricaturizar sin reparo situación y personaje. Así vemos como crea un rey al mismo tiempo que inmaduro y abatido por un desengaño amoroso, profundamente tirano y despiadado, quien desprecia todo lo que no se encuentra en su egótico perfil o adorna su conveniencia, que se enfrenta sin ningún recato al poder de la iglesia, menospreciando el valor eclesiástico frente al suyo como único representante de dios en la tierra y que al final, como podemos ver en el segundo acto se convierte en ridícula víctima de la superstición
Entre estos entramados evolucionan las IV escenas del II acto titulado El Talismán. La comedia augura un final feliz, pero antes de llegar a él transitaremos por la detención de Aïrolo, que, perseguido como un animal salvaje por el condestable y sus hombres, es conducido al patíbulo para ser ahorcado, poniendo en duda su longevidad centenaria y el funcionamiento del talismán regalado por Zineb. La bruja, que ha visto la captura de Aïrolo, trama una estrategia para su salvación, utilizando para ello la superstición del rey: cuando éste le pregunta por su vida futura, le predice que correrá la misma suerte que el primer hombre que vea pasar con las manos atadas en la espalda.
Tanto en esta ocasión como en otras, Hugo no pierde la oportunidad de cuestionar la superstición y la manipulación de las creencias irracionales enfrentadas a su idea de hombre libre.
Annie Andioc apunta en la introducción que el desarrollo de esta premisa de muerte sujeta a otra persona, no sale totalmente de la imaginación de Victo Hugo y refiere dos posibles fuentes. Ambas tienen como protagonista a Luis XI; la primera cuenta que para no sufrir la cólera del rey, su médico, después de sangrarle física y económicamente, le profetizó que moriría ocho días después que él. El segundo caso aparece referido en la obra Quentin Durward del escritor Walter Scott.
Nos aproximamos al final de la obra cuando se desencadena una burlesca situación en la que el rey se convierte en siervo de los caprichos de Aïrolo, quien, conocedor de la profecía de Zineb, creará un divertido juego entorno a su deseo de morir que enredará al rey en una situación tan absurda como esperpéntica, precipitándole a abdicar en contra de su voluntad y sufriendo en su propia piel, por parte de otro más débil, lo que frívolamente atribuía exclusivo de su regia figura
El rey.-… De este modo me siento dueño y príncipe. Para jugar de esta manera con la esperanza, el espanto, la muerte, la vida, es necesario, entiéndelo bien ser rey…
Hugo, en un delicado juego de carpintería teatral, ha ido creando un entramado totalmente sostenible; aun moviéndose en los extremos, la obra guarda un exquisito equilibrio que nos lanza hacia una comedia que, en ocasiones, podríamos pensar como fábula o comedia de magia. Su idea de escritura para alentar al pueblo, para despertar y crear conciencia, está presente en todo momento en el texto
Mess Tityrus.-… Amaestrar eso es gobernar, reinar es el arte de hacer, delicados enigmas, que los perros anden de pie y el hombre a gatas…
Para Hugo la palabra se convierte en una verdadera arma capaz de derrocar cualquier tiranía en la ficción o combatirla sin tregua en la realidad.
Rosa Briones
Traducción y notas de Annie Andioc y Juan Ramón Vera.
Madrid, 2014. 125 págs.
ISBN: 978-84-92639-58-8