
10,00€
«LA MUERTE DE AGRIPINA» de Cyrano de Bergerac.
«FRANQUEZA Y TRAICIÓN» de Donatien Alphonse François de Sade.
Ateos, reivindicadores del derecho a la libertad de pensamiento, de expresión y de costumbres, sobre todo sexuales, los libertinos franceses concibieron la literatura como un laboratorio donde experimentar las pasiones humanas, y el erotismo como campo de creación artística.
No hay nada como el exceso de notoriedad para ensombrecer determinados personajes y conceptos. Eso es lo que ocurre con el movimiento libertino, en general, y más en particular, con los autores publicados en el libro de cuya reseña nos ocupamos en esta ocasión. Pocos son aquellos que no han oído hablar de Cyrano de Bergerac o del Marqués de Sade; sin embargo en la mayor parte de los casos, su personalidad como autores dramáticos permanece paradójicamente oculta por la propia intensidad de su estrella mediática como personajes, casi-casi de ficción. Mucho más, si estamos interesados en su labor como dramaturgos, más allá de simples tópicos y mitificadas anécdotas personales con mayor o menor grado de realidad.
La edición y traducción que hace Lydia Vázquez de dos de sus más importantes obras teatrales, «La muerte de Agripina» de Cyrano de Bergerac y «Franqueza y traición» de Donatien Alphonse François de Sade, para la serie Literatura dramática de las Publicaciones de la Asociación de directores de escena de España, acompañada de la completa introducción sobre el Teatro libertino de los siglos XVII y XVIII que realiza junto con Juli Leal, vienen a iluminar dichas sombras, y abren un interesantísimo campo que, como ellos mismos afirman en su estudio, se imbrica íntimamente con el movimiento humanista y posthumanista occidental contemporáneo.
Despojándole de interpretaciones superficiales, el movimiento libertino se nos muestra así como lo que verdaderamente fue: un «movimiento libertario»; en el que la represión sexual es sólo una expresión de muchas otras formas de manipulación y sometimiento del individuo. Y que, por supuesto, no es la única contra la que se arremete.
El caso de Cyrano de Bergerac se muestra como sintomático. Libertino erudito, librepensador ateo y materialista, novelista pionero de la prosa de ciencia-ficción como recurso para satirizar la sociedad de su época, es célebre para el gran público por el personaje escrito por Edmond Rostand. Pero en realidad es un gran desconocido, del que se olvida demasiado a menudo, una tan interesante faceta como autor dramático que hizo que el propio Moliere tomara prestadas muchas ideas, réplicas, e incluso una escena completa de su comedia El pedante burlado.
A dicho desconocimiento, paradójicamente, ha contribuido la gran popularización que de su figura realizó el romanticismo del siglo XIX, y que encontró su cima en el personaje de la obra epónima antes citada. La Asociación de directores de escena de España publica en esta ocasión la traducción de su tragedia en cinco actos, La muerte de Agripina (1653), intentando remediar dicha olvido.
Situada en el Imperio romano de Tiberio, su representación ocasionó un gran escándalo en su época y puede considerarse, desgraciadamente, también ahora como «de gran actualidad»… La mentira, como motor del discurso humano se convierte en el tema central, gracias al cual se expone en un interesante juego de espejos y reflejos, la crueldad y el cinismo de un entorno político en el que se imponen el engaño y la tiranía, y el espíritu libre parece no tener cabida. Incluso su «pronunciado estilo barroco», puede ser visto como una forma de explicitación y denuncia de esa política «barroca», en la que una época neobarroca1 como la nuestra también se ve sumergida. Incluso su principal línea argumental, la obsesiva y violenta ansia de venganza de un personaje como el de Agripina que llega a afirmar «¡Muera el universo si cumplo mi venganza!» resuena en filmes como los de Tarantino…
Heredero del movimiento libertino del los siglos XVII y XVIII, del naturalismo de Diderot pero también de Rousseau, Donatien Alphonse François de Sade, más conocido como Marqués de Sade o el «divino marqués», llevó el libertinaje a sus últimas consecuencias; para mediante la explotación de obsesiones y fantasmas expandir los límites de la humanidad individual.
De nuevo su «exceso de popularidad», parece ensombrecer su labor literaria. Especialmente la dramática, a pesar de las resonancias y conexiones con teorías como las de Judith Butler; ya que toda su producción, no solo la dramática parece estar ideada como una puesta en escena absoluta.
Como explican Vázquez y Leal en el interesante estudio introductorio que acompaña la presente edición, Sade encuentra en el espacio teatral «una fuente infinita de artificio e ilusión», de «exceso donde la ilusión se hace cuerpo y los juegos de lo real abren las puertas al infinito del imaginario». Permitiendo con ello liberar al individuo del conformismo de la sociedad, y abrirle la posibilidad de ideas y deseos propios.
Aunque Franqueza y traición (1790) no es Oxtiern, ya que es un drama más libertino en sentido clásico que propiamente sadiano, se construye sobre una antítesis social y moral (nobleza y burguesía), simultánea a una contradictoria tendencia a la armonía social que se materializa en su final (casi) feliz. Escrita en la época revolucionaria de Sade, presenta una aparente «edificación moral» a través de la amenaza que ejerce un malvado sobre la dicha de los dos personajes femeninos principales, Adeline de Valbelle y la condesa de Verneuil, envueltos en intrigas amorosas, vencidas gracias a la pureza de la «franqueza»; ya que como se dice al final de la obra «la felicidad aislada nunca hace dichoso a nadie; compartirla con todos los nos rodean, en eso consiste la auténtica felicidad en este mundo».
Quizás, en un momento como el actual, tan dominado por el supuesto utilitarismo del más descarnado «liberalismo económico», se haga necesaria recuperar la física reivindicación de los «libertinos» de los siglos XVII y XVIII de una individualidad, más allá de simples egotismos, como postura política; la literatura y el teatro como laboratorio de experimentación, y el erotismo como campo de creación artística, que en muchos aspectos parece prefigurar las desestabilizadoras teorías queer del XXI. Ya que si algo se hace verdaderamente necesario en la actualidad es el pensamiento crítico y la emancipación intelectual, de la que hicieron gala.
Incrédulos, escépticos, reivindicadores del derecho a la libertad de pensamiento, de expresión y de costumbres, sobre todo sexuales, valedores de una igualdad de género sin igual, como se dice en la introducción de este libro, más allá de la provocación, nos muestran como la violencia, incluso la erótica, puede ponerse al servicio de una crítica radical al sistema, a partir de la cual proyectar una revolución que verdaderamente transforme a la humanidad mediante la liberación de la imaginación y la ruptura con toda autoridad arbitraria. Pues como decía La Mothe le Vayer, figura fundacional del libertinaje francés, «De las cosas más seguras/ La más segura es dudar».
Alicia-E. Blas Brunel
1 Según el término acuñado por Omar Calabrese en La Era Neobarroca, Cátedra, Signo e Imagen, Madrid, 1989.
Edición y traducción de Lydia Vázquez.
Madrid, 2012. 162 págs.
ISBN: 978-84-92639-30-4