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Revolucionario sincero y libertario en la Francia de la segunda mitad del siglo XVIII, Nicolas de Chamfort alcanzó reputación de inmoral gracias a sus comedias, que le acarrearon también cierto éxito literario. Su teatro lleva a escena a personajes libres hechos esclavos, a esclavos liberados, a hombres y mujeres de todas las razas y regiones del globo, condenados a entenderse.
La historia siempre nos sorprende con figuras singulares, como la de Nicolás de Chamfort, a quien se le declara en diferentes fuentes como escritor, periodista o moralista. De todo ello dio cuenta en diversos momentos de una vida marcada por la intensidad y el compromiso, pues se trata una época en la que Francia vive transformaciones radicales, como su Revolución de 1789. Fue éste un momento esencial en su vida, en cierto modo su culminación trágica, pero su buena disposición fue la causa de ser denunciado y encarcelado, lo que finalmente provocaría un accidentado intento de suicidio, frustrado por su impericia y frustrante por los resultados, pero del que finalmente le sobrevendría la deseada muerte, meses después, en 1794.
Había nacido en 1740, y, tras una trayectoria escolar brillante, pasará a ocupar puestos destacados en lo que podríamos considerar administración pública, además de ser secretario personal de varios nobles, lo que le abriría las puertas de salones y palacios, en los que supo mostrar su genio literario. Todo ello le permitió ingresar en la francmasonería y en la Academia Francesa, o ser nombrado años después director de la Biblioteca Nacional. De su obra habitualmente se destaca un volumen póstumo, Maximes et pensées, que contiene anécdotas, epigramas, aforismos y materiales diversos, que sobresalen, a decir de los entendidos, por su elegante radicalidad y por su pulsión iconoclasta. Muchas de esas máximas forman hoy parte del dominio público y al alcance de quien las procure en la red.
Se dice que destacó como dramaturgo y varias de sus obras se presentaron en la Comedia Francesa. Dos de ellas son las que nos llegan de la mano de la profesora Lydia Vázquez, quien se ocupa de su edición y traducción, y de un prólogo en el que se da noticia de un autor ciertamente poco conocido, si bien Tomás de Iriarte es autor de una primera versión de una de las obras ahora editadas. Le quiere Lydia Vázquez libertario, y seguramente lo fuese, aunque tal vez la tolerancia sea la cualidad que mejor le defina. Eso rezuman sus obras.
Se trata de La joven india y El mercader de Esmirna, dos textos en los que asistimos a la irrupción de los otros, de nativos y esclavos que, en los textos dramáticos, normalmente servían para dar color local o un toque de exotismo. En este caso, sin embargo, los otros ocupan el centro de la escena y en su feliz peripecia, amenazada por muy diversas desgracias, se muestran valores propios de aquella revolución que reclamaba principios como la igualdad o la fraternidad, convirtiendo el amor proferido y el honor de la palabra dada o del agradecimiento debido en valores fundamentales de una modernidad en ciernes. En el primero se muestran los amores entre un colono blanco y una joven nativa del Caribe; en el segundo las deudas de gratitud entre mercaderes cristianos y musulmanes.
Tal vez las palabras casi últimas de Kaled, el sentimental mercader de esclavos de Esmirna, sirvan para ilustrar el espíritu que domina ambos textos, que transitan entre el verso y la prosa. Viendo como su negocio se va a pique, y ante el triunfo del amor, no duda en celebrarlo con las palabras que adornan el divertimento final: “Mas si veo la Libertad / engendrar la Fraternidad / eso a mí bien me consuela”. Palabras que, como decíamos resumen el sentir de una época gloriosa. Dos textos para pasar una buena tarde y para reconciliarse con el mundo, lo que no es poco.
Manuel F. Vieites
Edición de Lydia Vázquez
Edición en papel: Madrid 2010; 69 págs
ISBN: 978-84-92639-11-3
Edición digital: Madrid 2014; 51 págs.
ISBN: 978-84-92639-51-9