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“Una casa de vida a tiempo completo”, así define Percy MacKaye el edificio teatral que imagina para el desarrollo de su propuesta de teatro cívico. Una casa con diferentes escenarios en los que desarrollar un repertorio nacional, alimentado de obras de autores consagrados y noveles, pero también para impulsar otras experiencias, desde el teatro infantil al teatro social. Una casa de vida desde la que profundizar en la mejora de conceptos tan importantes como progreso, ocio, democracia o ciudadanía.
En momentos de precariedad y zozobra, en los que el sistema teatral en España se desmorona dejando un campo que más parece la “tierra baldía” de T. S. Eliot, los textos de MacKaye cobran especial interés, especialmente en un país como el nuestro que en política teatral sigue siendo una anomalía en Europa. Las formulaciones de MacKaye, que se han tornado realidad fructífera en tantos países de nuestro entorno, nos muestran todo lo que nos queda por hacer en el viejo contencioso del “arreglo de los teatros”.
A veces se da una perniciosa tendencia intelectual según la cual uno tiende a exportar mentalmente su propia ignorancia hasta considerarla patrimonio común de todos sus interlocutores, frecuentemente seguida de la convicción de que, al ser supuestamente compartida, la confesión pública de esa ignorancia es como de buen tono.
Aun siendo, como es, perniciosa, la tentación de sumarse a esa tendencia resulta casi irresistible en casos como el de este volumen, que recoge cuatro ensayos de Percy MacKaye bajo el acertado epígrafe común de Por un teatro cívico; un título, por cierto, que es francamente ilustrativo no solo del contenido, sino de las intenciones de los textos incluidos en él.
En efecto, quizá no sea una exagerada presunción suponer que las aportaciones de Percy MacKaye no suelen formar parte de la más o menos modesta biblioteca de un aficionado español al teatro; quizá tampoco de la de quienes son algo más que aficionados. A ello posiblemente contribuya (sigamos con las presunciones) la obsesión “eurocentrista” que tenemos unos y otros, parcialmente corregida en las últimas décadas por el interés mostrado hacia las experiencias latinoamericanas, pero que suele mirar con indisimulada falta de aprecio las contribuciones del tercio anglosajón del continente americano.
Solo por lo hasta aquí expuesto quedaría sobradamente justificada, si tal justificación fuera necesaria, la iniciativa de publicar este volumen, pues el empeño se encontraría plenamente alineado con el esfuerzo constante de la ADE por poner en manos del lector interesado no solo los textos, frecuentemente poco accesibles en el sentido más inmediato de la palabra, de los teóricos y creadores más conocidos del hecho escénico, sino de aquellos que, por razones muy diversas, permanecen casi siempre en el olvido.
No obstante, en esta ocasión la iniciativa y su resultado van mucho más allá del empeño de poner a disposición del lector unos textos poco conocidos, como consecuencia de un muy loable afán de recuperación casi histórica o bibliográfica. El interés añadido, y mucho mayor, es que los cuatro ensayos de Percy MacKaye que componen este libro inciden sobre debates más o menos soterrados, más o menos confesados, más o menos afrontados… que afectan a nuestro presente y entorno teatral y que están muy lejos de haber quedado resueltos.
Plagio directamente esta última reflexión del muy extenso, riguroso y pormenorizado ensayo con el que el responsable de la edición de este volumen, Manuel F. Vieites, introduce los cuatros textos de MacKaye. Y lo hago partiendo de la confesión de que la idea de que un autor, dramaturgo, ensayista, director, animador y organizador teatral, nacido en Estados Unidos en el último cuarto del siglo XIX (y, como mínimo, poco conocido universalmente) hubiera producido documentos de incuestionable oportunidad para la reflexión teatral de nuestro “aquí y ahora” me pareció inicialmente, con el debido respeto al editor, uno de esos excesos de entusiasmo que los estudiosos despliegan no pocas veces en relación con el objeto de su estudio.
No hay tal en este caso. Las reflexiones de MacKaye sobre la consideración y gestión del teatro como servicio público, la organización teatral, la función del teatro como constructor de conciencia cívica, el uso del edificio teatral como núcleo de tal proyecto y centro de la actividad cultural y artística ciudadana, el papel de las compañías residentes, la profesionalización y formación experta de los agentes teatrales, la promoción del ocio como factor constructivo frente al riesgo de alineación y el consumismo, la animación cultural, la reflexión crítica y no demagógica sobre los riegos que son inherentes al tratamiento preferente de la actividad teatral como negocio y del hecho teatral como objeto de comercio, el papel potencialmente activo del receptor teatral y su transformación potencial como agente creador, la sugerente “ley del deterioro dramático” y hasta, de manera incipiente, la democratización cultural…, todas ellas detallada y prolijamente expuestas en los cuatro textos del volumen, inciden y animan una intervención directa sobre cuestiones que afectan hoy a nuestro sistema teatral; y que están muy lejos de hallarse cerradas o consensuadas no ya en el terreno de las decisiones prácticas o políticas, sino en el estricto terreno del debate intelectual y profesional.
Conviene advertir de que la excesiva lista de temas que se ha perpetrado en el párrafo anterior no tiene como fin único el reflejar la amplitud y diversidad de las cuestiones que MacKaye aborda de manera directa y explícita en sus ensayos, sino también sugerir que la generosa abundancia de sus ideas requiere frecuentemente una guía para no perderse en la maraña. Tal es la función que desempeña eficazmente la presentación de Manuel F. Vieites, porque no sólo ofrece datos imprescindibles sobre la trayectoria profesional y personal de MacKaye; o, muy especialmente (y de forma pormenorizada y rigurosa, según ya se ha adelantado), sobre el contexto político, social cultural y teatral de los Estados Unidos en el período en el que el autor desarrolló sus actividades (un análisis que resulta insoslayable para situar sus reflexiones en una correcta perspectiva histórica que atenúe el riesgo de hacer traslaciones exageradas); sino que también, y sobre todo, opera como guía de lectura, centrándose en los temas nucleares que no solo son más representativos del pensamiento de MacKaye, sino más pertinentes para el debate actual.
Esta orientación resulta aún más necesaria por cuanto que los textos del autor son un buen ejemplo de lo que Althusser describía como “teoría en estado práctico”, es decir, documentos en los que el alcance teórico se halla a veces tamizado u oculto por la urgencia de afrontar y tomar posiciones urgentes sobre temas del presente más inmediato; y no porque se hallen huérfanos de una clara voluntad de reflexión teórica, sino porque se superpone a esta un claro afán de intervención práctica, social y política, como ocurre en este caso.
A la necesidad de una guía contribuye también poderosamente el estilo literario y expositivo de MacKaye, que Vieites compara ingeniosamente con el de Edward Gordon Craig. No debe por ello asustarse lector, sino todo lo contrario. El estilo de MacKaye es hasta de lectura agradecida, en el sentido de que resulta vehemente, a veces apasionado, con abundancia de interpelaciones y recursos retóricos, con una frecuente mezcla de partes formalmente muy sistemáticas con otras que apelan de manera directa a casos o debates concretos de aquel momento histórico… Así pues, se lee como quien está discutiendo animadamente con un interlocutor, por más que este atractivo aspecto lesione de cuando en cuando la claridad del contenido teórico y tiña a veces los textos de un tono idealista, terminante y quizá ingenuo.
Textos, a la vez, de reflexión y debate, su lectura no deja indiferente, sino que fomenta un debate mental con el autor (y, desde luego, con otros agentes del sistema teatral actual). En ocasiones, su optimismo puede parecer desmedido, como también puede parecerlo su firme convicción de que el arte y, más concretamente, el teatro han de ser inexcusablemente el centro de cualquier proyecto de generación de una conciencia cívica.
En efecto, el lector de hoy puede preguntarse si no resulta ingenuo pensar que un proyecto como el que plantea MacKaye es posible en el marco de un sistema social y económico que promueve precisamente los valores y comportamientos opuestos. No obstante, conviene tener en cuenta al respecto que MacKaye no cree que una regeneración del arte teatral haya de ser el resultado de un cambio radical en el sistema social y político, sino exactamente lo contrario: la regeneración del arte teatral ha de ser la palanca para la construcción de una conciencia cívica que haga posible ese cambio radical. En este punto, resulta difícil no compartir la sugerente reflexión de un contemporáneo del autor, James Payton Sizer: “Creo que Percy MacKaye se equivoca al pensar que el mundo se puede regenerar y purificar por completo gracias tan solo al cultivo del arte, pero seguramente no haya un factor más importante que el arte en este movimiento por la recreación”.
Alberto Fernández Torres
Edición de Manuel F. Vieites.
Madrid, 2015, 476 págs.
ISBN: 978-84-92639-70-0