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En los títulos que integran este volumen Gordon Craig presenta consideraciones substantivas sobre lo que constituye su poética teatral.
El segundo volumen de los escritos sobre teatro de Gordon Craig, editados y traducidos ambos de manera prolija por Vieites, contiene tres títulos diferenciados: Un teatro vivo, El teatro en marcha y Escena. Los tres se componen a su vez de distintos artículos, en su mayoría del propio Craig. Esta publicación completa los dos títulos publicados en el Volumen I: Del arte del teatro y Hacia un nuevo teatro.
Un teatro vivo y El teatro en marcha están compuestos por artículos de la revista The Mask, que Craig selecciona y ordena. La revista fue escrita en su mayoría por él —con o sin seudónimos— y editada en Florencia con periodos de inactividad de 1908 a 1929. El primero se centra fundamentalmente en la escuela que formó en esta ciudad, el Arena Goldoni, y el segundo —más extenso en comparación con el resto y dividido en cuatro apartados— posee un carácter misceláneo. Por último, Escena, trata más de la práctica teatral y contiene reflexiones en torno al futuro. Los tres títulos mantienen la línea entre modernista y romántica que caracteriza su estilo y tratan los temas recurrentes que le han situado como uno de los precursores del director de escena contemporáneo. En Escena, especialmente, aborda la separación de competencias del director de escena y la autonomía de la escenificación frente a la palabra.
Mediante sus visiones apasionadas sobre lo que debe y, sobre todo —en este Volumen II—, no debe ser el teatro, proyecta sus anhelos en la búsqueda del arte del teatro, que requiere de pasión pero siempre en combinación con las leyes de la creación (como mantienen para Craig el resto de las artes). La configuración del teatro como arte autónomo, compuesto por valores fundamentales como el espacio, el volumen, la línea, el color, la luz y el movimiento —contando por sí mismos y sin ser meros acompañantes de la palabra—, alejado de la mímesis de la realidad y buscando una estilización reteatralizadora, aportan una visión novedosa en este primer cuarto del siglo XX. Reflexiones que siguen siendo fuente de conocimiento y debate en nuestra realidad teatral.
El pragmatismo deja en ocasiones en su estilo literario paso a ideas inconclusas, retóricas; conceptos tan personales o alejados aparentemente de lo teatral que parecen ensoñaciones, por lo que requiere la atención de un lector conocedor de su obra para entender sus palabras dentro del contexto en el que fueron creadas —requiere también el esfuerzo de dejar apartada estratégicamente su misoginia o egolatría— para extraer las aportaciones históricamente capitales y brillantes que realiza a la escena.
Vieites destaca entre estas aportaciones el interés de su propuesta pedagógica, en la que llama la atención la ausencia de “Interpretación” como asignatura autónoma, pues Craig defiende que se aprende atacando otras disciplinas, especialmente las vinculadas al entrenamiento físico; sus ideas en torno al actor y la interpretación, que ahondan en el concepto de la supermarioneta, tantas veces superficialmente interpretado, y sus reflexiones sobre el teatro como manifestación artística, atacando la reforma desde el rechazo de la praxis escénica de su época que Craig considera mercantilista, pero buscando, sin embargo, en la historia —en El teatro en marcha habla de la Comedia del Arte, la máscara y las marionetas— como fuente de renovación. “Más que un ‘reformador’ sería más aceptado que se me considerase, en lo que atañe al Teatro, como alguien que pone las cosas en su sitio (…) es la tarea peculiar del artista, en tanto que el espíritu del reformista es destruir” (Craig, pág. 223).
Un teatro vivo contiene interesantes artículos sobre el Arena Goldoni, su historia, filosofía y organización didáctica, escritos por colaboradores, especialistas y hasta un alumno de la misma. La escuela está fuertemente unida a la revista The Mask, como afirma D. Nevile Lees (editora junto a Craig) en el interesante artículo “Sobre The Mask”, donde da cuenta de la defensa de ambas de una misma idea.
La oposición al naturalismo y al realismo es clara, como manifiesta directamente Craig en las primeras palabras del proemio de Un teatro vivo “La popularización de la fealdad, el mantener falsos testimonios contra la belleza, he ahí los logros del teatro realista” (pág. 49). Un buen ejemplo de la búsqueda del artificio de las leyes de la escena es el artículo “¿Arte o imitación?”, y el apartado sobre “El espacio” que dedica en “Un teatro perdurable” defendiendo el rechazo a la “ilusión teatral” (pág. 139) y más tarde el rechazo al arcaísmo como estilo.
La imaginación es la posesión más valiosa de la humanidad, afirma Craig; es la clave de la creación, a la que luego debemos someter a las leyes del arte. Es necesario filtrarla por la simplificación de la escena, eliminando lo superfluo y, por lo tanto, lo prescindible. Craig entiende certeramente que la enseñanza y la creación escénica necesitan, para avanzar de experimentación, pero que la política teatral ejerce una tiranía sobre el artista, sin espacios para mostrar los resultados. Ante la repetida excusa del empresario del “mandato del público”, Craig nos recuerda con rabiosa actualidad que “la demanda pública se genera, no nace por sí misma” (Pág.187).
Deseo enaltecer la edición y traducción de Vieites que facilita sobremanera la lectura de los textos; las numerosas notas al pie de página del editor contextualizan las apariciones de personas o lugares citados por Craig y hacen de la publicación de la ADE un texto imprescindible para los ávidos conocedores de la teoría y práctica teatral. Permitiendo que sea posible, como deja escrito Craig en 1922 al final de Escena que sus páginas queden “[…] como un testimonio de que he dado a conocer mi necesidad de estas cosas y de que me fueron dados los medios para preservar mis descubrimientos para quienes vengan detrás de mí. O puede que sirva como testimonio de lo contrario”.
Jara Martínez Valderas
Edición de Manuel F. Vietes.
Madrid 2012; 402 pgs.
ISBN: 978-84-92639-27-4