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«Las bicicletas son de para el verano» de Fernando Fernán Gómez fue la obra ganadora del Premio Lope de Vega en 1977. Su argumento recupera el período del 36 al 39 a través de la vivencia de una familia madrileña que comparte la cotidianidad de la guerra con vecinos y amigos. Marcial Suárez obtuvo el premio en 1979 con «Dios está lejos», una trama con estética policíaca de novela negra, centrada en la duda moral que surge en un joven juez de provincias sobre el alcance de su profesión. Ese mismo año recibió el accesit «Querido amigo» de Joan Guasp, una historia de amistad cuyo protagonista, un personaje bueno, feliz y libre, ajeno al trabajo y a la vida en sociedad, extiende su utopía como una reacción en cadena.
Un número más de la sorprendente y reveladora colección de los Premios “Lope de Vega”, que edita la Asociación de Directores de Escena con la colaboración del Área de las Artes del Ayuntamiento de Madrid, sale para deleite del público lector. En esta ocasión se trata de las obras galardonadas de 1977 a 1979: Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán Gómez, ganadora del certamen de 1977 no sin cierta polémica; Dios está lejos, de Marcial Suárez, que obtuvo el premio en 1979 y Querido amigo, de Joan Guasp, el accésit de ese mismo año. El premio de 1978 quedó desierto. Tres textos de estilos muy diferentes y a la vez muy propios de la época en que se concibieron: la transición.
¿Qué decir de Las bicicletas son para el verano que no se haya dicho ya? Fernando Fernán Gómez confesó en su día que había intentado “hacer una comedia de costumbres, aunque a causa de la guerra estas costumbres resultaran algo insólitas” (p. 17). El texto nos sitúa en un entorno familiar, donde todos los personajes se ven afectados por el estallido de la Guerra Civil, el cerco de Madrid, la resistencia republicana y el final de la guerra. Cada uno de ellos intenta sobrevivir al conflicto como buenamente puede. Fernán Gómez nos muestra a través de sus personajes el antes y el después de una guerra fraticida, lo que significó el conflicto para la gente de a pié. Lo que hoy parece ciencia ficción, mañana puede ser real, ya todo es posible:
LUIS.- (Se ha quedado un momento en silencio, contemplando el campo.) ¿Te imaginas que aquí hubiera una guerra de verdad?
PABLO.- Pero, ¿dónde te crees que estás? ¿En Abisinia? ¡Aquí qué va a haber una guerra!
LUIS.- Bueno, pero se puede pensar.
PABLO.- Aquí no puede haber guerra por muchas razones. (p.47)
Supongo que esa situación es parecida a la que nos sucedió, hace ocho años, a todos los que estábamos viendo por televisión el 11 de septiembre las imágenes de las torres gemelas, no podíamos dar crédito, no creíamos que aquello fuera verdad. A partir de entonces también hay un antes y un después, creo que para la mayoría de nosotros, una pérdida de cierta inocencia…
Para muchos esta obra supone una parte de la memoria histórica de los derrotados, aunque el autor siempre señaló el carácter autobiográfico de la misma.
El tiempo de la obra “abarca los tres años del conflicto y, aunque viene documentado con referencias concretas a la situación histórica y al paso de las estaciones, tiene el valor simbólico del tiempo detenido en el que las cosas, sin embargo, deben seguir ocurriendo: las pequeñas y grandes tragedias de la vida cotididana” (p.23), como señala acertadamente Pedro Ojeda en su estudio preliminar.
En otra línea muy distinta se encuentra Dios está lejos, drama moral con una estética policiaca de novela negra y de tintes cinematográficos aderezado con una breve historia de amor. En la actualidad estos serían los ingredientes imprescindibles para llegar a ser un éxito de público… Pero en su tiempo la crítica no fue unánime. Marcial Suárez plantea la duda moral en un juez recién llegado a provincias ante la muerte de un hombre, que resulta ser el marido de una prostituta que conoció en el tren y con la cual mantiene una relación. ¿Accidente, suicidio o asesinato? El autor no resuelve el misterio y mantiene el suspense. El universo del juez se tambalea ante este caso que le hace debatirse entre su deber, sus sentimientos y la huida a Madrid para alejarse de una decisión que se siente incapaz de tomar. Tal y como se dice en la introducción de P. Ojeda, “lo mejor del drama es el ambiente de opresión que se respira y la continua alternancia de sentimientos del juez y los reflejos de un género no demasiado bien cultivado en España, el del drama policiaco con tintes oscuros” (p.32).
Por último el accésit Querido amigo, de Joan Guasp, es un exaltado, curioso y agridulce alegato a favor de la amistad. La obra de ecos rousseaunianos y de clara influencia beckettiana transcurre sin casi acción basándose sobre todo en el diálogo, lleno de aforismos, y resaltando de esta forma su valor simbólico y conceptual. El autor indaga en el ser humano y sus relaciones con la sociedad a través de dos personajes, Juan y Ágape, a los que sitúa en una especie de paraíso terrenal aunque no por ello exento del pertubador elemento exterior.
Como ya he dicho anteriormente son tres obras marcadas por la época social y política en que se concibieron, el tránsito a la democracia. Los tres autores buscaron con estos textos experimentar nuevas formas para el teatro y de esta manera satisfacer la necesidad que se les había creado de investigar esa sociedad en la que les tocó vivir, partiendo de diferentes puntos de vista (de lo cotidiano, en el caso de Fernán Gómez, lo ficticio en el de Marcial Suárez o desde el absurdo en el caso de Joan Guasp) y centrándose en diversos aspectos del complejo universo del alma humana.
Inmaculada de Juan
Edición de Pedro Ojeda Escudero.
Madrid 2009; 322 pgs.
ISBN: 978-84-95576-99-6
Con el patrocinio del Área de Gobierno de las Artes.