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En 1966, el Premio “Lope de Vega” se declaró desierto y se concedieron dos accésits. Uno a «Y no llegó la paz» de Manuel Alonso Alcalde que centra su temática en la denuncia de la guerra como resultado de la insensatez de los hombres. Y otro a «Los delfines» de Jaime Salom que aborda el conflicto de tres generaciones de una acaudalada familia burguesa enfrentadas a la crisis económica.
Estos dos textos, Y no llegó la paz y Los delfines, obtuvieron respectivamente el Primer y Segundo Accésit del Premio “Lope de Vega” en 1966, ya que el premio en sí fue declarado desierto. Y sin embargo ambas obras obtuvieron tres años más tarde significativos reconocimientos, la primera el Premio Internacional de Teatro “Ciudad de Montevideo” 1969 y la segunda el Premio Nacional de Literatura “Calderón de la Barca” 1969.
El porqué ninguna de las dos fue considerada merecedora del Lope es realmente un enigma, ya que ambas, cada una en su estilo, eran dignas de dicho galardón. Y así lo demuestra el paso del tiempo con el hecho de que el Premio “Lope de Vega” de 1971, Solos en esta tierra también de Manuel Alonso Alcalde, como aclara Irene Vallejo, sea una reescritura de Y no llegó la paz, y que Los delfines, tras su estreno el 31 de enero de 1969 en el Teatro Calderón de la Barca de Barcelona, permaneciera en cartel hasta el verano “superando las trescientas representaciones” (p.30).
El estudio preliminar de Irene Vallejo nos introduce en primer lugar en el ámbito teatral de ese año, 1966, revisando la cartelera y las tendencias de los escenarios madrileños para situarnos en el panorama político y social en el que Manuel Alonso Alcalde y Jaime Salom presentan sus textos, para después pasar a analizar en profundidad las dos obras.
Y no llegó la paz es un firme e irónico alegato contra la guerra y una crítica feroz contra la ambición de poder, de dominio, del hombre, por lo que conlleva para éste de pérdida de su faceta más humana y su reducción a mero “ser”, del que no se espera si quiera que sea racional, sólo que cumpla órdenes. Manuel Alonso Alcalde nos ofrece una tierra devastada en la que únicamente permanecen tres supervivientes y lo que queda de sus respectivos sueños. Los continuos enfrentamientos entre los miembros de un bando y de otro por ser declarados inútilmente vencedores ante el panorama desolador en que la acción se desarrolla, son utilizados por el autor para ridiculizar la situación en que estos tres personajes se encuentran. Tal y como sentencia Irene Vallejo, a los protagonistas “ya no les queda nada, ni siquiera los recuerdos, sólo la guerra, que sigue ahí, sin solución…, sin poder hacer otra cosa que llorar por la paz”. (p. 24)
Mientras que en Los delfines, Jaime Salom nos presenta un conflicto generacional, el de los Tuser, entre abuelos, padres e hijos, provocado por la falta de comunicación y los intereses personales de cada personaje. La necesidad de perpetuar la obra realizada por el cabeza de familia, Juan Tuser, y de no variar el orden establecido, llevará a la infelicidad y al desapego familiar del resto del clan, pero esto afectara sobre todo a la vida de su hijo Fernando, “el delfín”, que se verá abocada al fracaso tanto en lo personal como en lo profesional.
El autor recurre al monólogo para dar a conocer los pensamientos y reflexiones de los personajes sobre determinados temas o situaciones, ante la imposibilidad de poder expresarse libremente ante los demás, ante su propia familia.
En palabras del propio J. Salom:
«Los delfines es la historia de una generación. Una generación puente de hombres casi en blanco, que sigue inmediatamente a la que, con la fuerza demasiado patente de sus raíces, parece haber secado toda la vitalidad de su savia. Luego, por ley de vida, viene la siguiente, la que ella misma engendró, demasiado cercana aún para adivinar toda la dimensión de su ímpetu, pero que no parece resignarse a la pasiva situación de la anterior. Entre ambas, dando la mano a una y a otra, unido no sólo por leyes biológicas e históricas, sino afectivas y humanas, el protagonista-víctima de la obra puede exlcamar que le condenaron a la vejez antes de haber conseguido nacer, que es un hombre -que son millones de hombres- lleno de realidades prestadas, pero vacío de ilusiones…» (p.123)
Dos historias con temática y estilos muy distintos, pero con un punto en común: el Premio Lope de Vega, al que hemos de agradecer obras como las que en este volumen se publican.
Inmaculada de Juan
Edición de Irene Vallejo González.
Madrid 2007; 203 pgs
ISBN (10): 84-95576-71-6
ISBN (13): 978-84-95576-71-2