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En la extensa crónica de los Premios Lope de Vega existió un apreciable número de convocatorias en que el jurado decidió proclamar desierto el galardón, optando en ocasiones por la concesión de uno o dos accésit. Es el caso de los años 1964 y 1965. La edición del profesor Pedro Ojeda ha permitido sacar a la luz dos obras perdidas o inéditas: «El rey malo» de Francesc Bargadà, segundo accésit en 1964, y «El condestable», de Salvador Ferrer, que lo fue en 1965, junto a «Queridos míos, es preciso contaros ciertas cosas», de Agustín Gómez-Arcos, accésit de ese mismo año.
De nuevo nos adentramos en la letra de un libro dedicado a los Premios Lope de Vega y de nuevo aparecen las sorpresas. En primer lugar están las referidas a los textos, porque en esta ocasión también nos encontramos con tres obras de fácil y reconfortante lectura, lo que supone un hallazgo. En segundo término, cabría hablar de las incidencias permanentes que presenta un premio lleno de luces y sombras, como las que se describen en la presentación y que provocan no poco asombro.
La edición y la presentación, en este caso, van por cuenta de Pedro Ojeda Escudero, profesor de la Universidad de Burgos, quien ha realizado un trabajo encomiable para iluminar las sombras de los años de 1964 y 1965, en los que el Primer premio se declara desierto y se concede, como consolación improbable, un accésit a aquellos textos que, tal vez, debieran haber recibido el premio entero y verdadero. Ello nos sitúa en la intrahistoria de un premio literario convocado y concedido en una época en la que la libertad de expresión era imposible. No fue hace tantos años, si bien ahora parece como si aquellos tiempos jamás hubiesen existido. Incluso hay quienes niegan aquella noche oscura llena de miedos, gritos y torturas para no pocos. Es como lo de las armas de destrucción masiva de Irak, que más de cuatro creían que las había (Rice, Bush, Ansar, Blair, Powell…) cuando tantos sabían que no las había, porque hacía tiempo que Bush y Blair no se las vendían.
Hace unos días, se podía ver en un canal de televisión un reportaje dedicado a un célebre grupo español de música progresiva de finales de los sesenta: Smash; el mismo que puso partitura musical a la Antígona de Esperpento, un colectivo teatral por el que andaba Alfonso Guerra, informante en el citado reportaje. Pues bien, desde el recuerdo de aquellos años, Henrick Michael, el guitarrista danés del grupo, recordaba los insultos con que las mal llamadas gentes de bien les imprecaban en la calle, a principios de los setenta, por llevar el pelo largo, por lucir aquellas melenas largas contestatarias que tanto encendían la cólera de los prebostes y las fuerzas de seguridad del Estado.
Viene esto a cuento de que si tanto molestaban los pelos de Julio Matito, mucho más podían molestar textos como los que ahora presentamos y que en ningún caso ofrecían una imagen amable de la España del pasado, pues los tres sitúan la acción en la trastienda del Imperio para oprobio y vergüenza de los que entonces detentaban el poder (y hoy se llenan la boca con palabras como democracia o libertad). Como señala Pedro Ojeda en la introducción, el recurso a la historia era, en efecto, una estrategia común en la época de los cincuenta y los sesenta, por lo que las lecturas de lo histórico y las perspectivas en su tratamiento eran diversas, como muestran estos tres trabajos que, sin embargo, mantienen entre sí un nexo común: la denuncia del abuso en el ejercicio del poder y sus consecuencias, siempre nefastas, para unos y otros, pero sobre todo para los de siempre.
Por eso el Premio siempre estuvo sometido a tensiones en las deliberaciones del jurado. Pedro Ojeda nos informa con todo lujo de detalles de lo acontecido en 1964 y 1965. En la primera de las convocatorias el Primer premio se declara desierto y se concede un Segundo premio, o accésit, a la obra firmada por los hermanos Víctor y José López Ruíz bajo el título de La puerta del paraíso. La desaparición de los expedientes de varios años, entre ellos los de los dos años en cuestión, impide ahora que el texto se pueda publicar, pese a los ímprobos esfuerzos del editor por seguir el rastro del mismo y dar con él. Se concedió también un Tercer premio a la obra de Francesc Bargadà Subirats titulada El Rey malo, que sí se publica y que recrea los últimos meses de la vida de Carlos II de Navarra y la llegada al trono de su hijo Carlos III. Una vez más la localización del texto no fue tarea fácil, pero finalmente el autor apareció y con él toda una trayectoria dedicada a las letras, de la que da cuenta en una entrevista que Pedro Ojeda nos ofrece como un anexo al final del volumen. Se trata de un texto sorprendente y con no poca actualidad, que recrea una época de grandes transformaciones pero sobre todo los conflictos íntimos de los personajes que viven al amparo del poder o ejerciéndolo. Una lectura muy crítica del poder real, pero profundamente humana, porque los reyes, a la postre y pese a la sangre azul, son hombres de lo más corriente.
En 1965 el Primer premio fue, de nuevo, declarado desierto y como compensación, y tal vez para lavar la mala conciencia ante tanto despropósito, el jurado decidió conceder, una vez más, un Segundo y un Tercer premio. Como señala Pedro Ojeda en la presentación del volumen y como han explicado Eduardo Pérez-Rasilla y Julio Checa en la historia del premio, recientemente publicada en esta misma colección, entre 1959 y 1967 el Premio se declara desierto en varias ocasiones, lo que obedece a causas diversas, y entre ellas no podemos olvidar las referidas a la materia dramática de los textos, pese a que los autores más críticos con el régimen dictatorial y represor del general Francisco Franco, insurrecto y traidor, no concurrían al premio por razones evidentes. Pese a ello, había textos como los ahora editados que podían provocar un sarpullido a numerosas gentes para quienes el ejercicio del poder era incontestable, como incontestables eran las gestas del pasado imperial de la nación católica y apostólica, tan querida y añorada hoy en día por la ultraderecha mediática y vocinglera. En esa dirección, Queridos míos, es preciso contaros ciertas cosas, el texto presentado por Agustín Gómez-Arcos y que obtiene el Segundo premio en 1965 no resultaba especialmente recomendable para llevar al Teatro Español. Se trata de una obra recuperada en 1994, en un espectáculo dirigido por Carme Portaceli, en la que se hace una denuncia en clave alegórica de los valores sobre los que se asienta la tiranía, cualquier tiranía de cualquier país. Otro texto con indudable actualidad viendo los derroteros que toma nuestra historia colectiva, aquí y allá, por todas partes, de muy fácil lectura a pesar del desarrollo prolongado de la peripecia central. Entre los valores del texto está la figura de Casandra, con sus cuentos y recuentos, como el referido a la historia del pan.
En aquel año de 1965 se otorgaba el Tercer premio a una obra de Salvador Ferrer C. Maura, titulada El condestable, que trata de la ascensión y caída de Don Álvaro de Luna, el que fuera Privado de Juan II de Castilla, y que muere sin recibir la visita del otrora joven protegido y más tarde real protector. La obra nos instala en el compás de espera en el que Don Álvaro espera la decisión del Rey en torno a la suerte que deba correr, lo que sirve como pretexto para hacer un balance de hechos del pasado que han provocado los del presente. Y en todo ese retrato de los que ejercen el poder y de sus pautas de conducta, el autor nos muestra toda la podredumbre de la nobleza y la realeza en aquella época convulsa, en la que las contiendas del interior se superponían con la batalla permanente con los reinos y países vecinos. Como decíamos antes, una visión poco amable de nuestro pasado, en la que ni siquiera cabe el juego binario para diferenciar buenos y malos porque aquí todos los personajes tienen rasgos negativos.
Estamos pues ante tres textos de fácil lectura, que van precedidos de una interesante introducción de Pedro Ojeda, en la que se nos ofrece una adecuada descripción del contexto cultural y literario y una breve pero sugerente presentación de cada uno de los textos, lo que contribuye a facilitar, orientar y mejorar las lecturas. Considerando además el carácter histórico de los tres, se agradecen especialmente y mucho, todas las anotaciones y comentarios referidos a hechos, personajes, lugares o conflictos, lo que facilita la lectura, la comprensión y la interpretación de estas tres magníficas muestras de una literatura poco menos que silenciada y que ahora, felizmente recuperada y mejor editada, ya forma parte de nuestra historia en nuestras lecturas.
Manuel F. Vieites
Edición de Pedro Ojeda Escudero.
Madrid, 2006; 352 págs.
ISBN (10): 84-95576-64-3
ISBN (13): 978-84-95576-64-4