Nociones básicas de geografí­a – ADE Teatro
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Nociones básicas de geografí­a

Carta que el ciudadano Manuel F. Vieites García remite al ciudadano J. L. Rodríguez Zapatero, en la que expone algunas consideraciones sobre el arreglo de los teatros en España (III)

Iniciado el nuevo curso político, en el que nos vamos a jugar no pocas cosas debido a la tendencia compulsiva de ciertas personas de su entorno a entender la acción política como un juego mediático, llega la hora de ir concretando algunas de las ideas que podrían contribuir a mejorar la situación de los teatros en España. Para comenzar me gustaría plantear cuestiones previas que tienen particular relevancia por cuanto algunas de sus actuaciones como Presidente y las declaraciones públicas de los responsables del ámbito cultural de su gobierno, contradicen el espíritu plural y de diálogo que se le supone al gobierno y chocan frontalmente con la praxis pasada y presente de aquellas personas que tienen la responsabilidad y la obligación de potenciar el cambio en el que Usted tanto insiste.

Comenzaremos por una cuestión que le atañe particularmente, relacionada con su proclamada voluntad de diálogo con la sociedad civil y con los diferentes actores que la conforman. Una fotografía reciente daba cuenta de un encuentro en el que se rodeaba de conocidas personas del mundo de la denominada “música ligera”, entre las que destacaba el semblante y los rizos de David Bisbal. El encuentro le honra por cuanto supone abrir y airear los salones de la Moncloa, pero me parece insuficiente por cuanto Usted ha elegido un sector muy determinado de ese campo cultural que es la creación musical. Determinados gestos son sintomáticos de principios y valores, y la citada fotografía podría ser leída desde diferentes perspectivas, incluida la mediática, pues no es lo mismo departir con los citados artistas para conocer la situación de la industria musical, que convocar, para lo mismo, a Loquillo, a Miguel Ríos o a Fermín Muguruza, por ejemplo. La instantánea daría una idea clara de lo que Usted entiende por sociedad civil, del rol que está dispuesto a conceder a la deliberación y de los criterios para elegir a los agentes sociales que debieran participar en la misma. Comprenderá entonces que su elección preocupe, porque son muchos, muchísimos más, los que no estaban y seguramente debieran estar. En esa dirección, su gesto incluso podría llevar a pensar que sus continuas referencias a la ciudadanía no dejan de ser un simple recurso retórico para un discurso que, por seguir a Louis Hjelmslev, se centra Usted más en la forma de la expresión que en la substancia del contenido. ¿Qué se buscaba: un encuentro con músicos o una foto de portada? De seguir los mismos parámetros y criterios en el campo de la creación teatral, la fotografía tal vez ratificase el rumbo que está tomando la política teatral de su gobierno y que provoca inquietud e incertidumbre. Alguien podría llegar a pensar que lo realmente importante es la foto, en tanto el discurso y los programas pasan a un segundo plano. Una actitud claramente contraria a los principios republicanos que Usted tanto repetía no hace tantos meses y que no debiera abandonar.

Las consultas, el diálogo y la deliberación deben convocar a los diversos actores que conforman la sociedad civil. Como Usted comprenderá, algunos de los actores y de los agentes sociales de ese vasto campo de creación cultural que son las Artes Escénicas (y de los individuos que los integran), no podemos permanecer callados ante los indicios de una catástrofe posible y que se detecta tanto en lo que se hace mal, sin razón aparente, como en lo que no se hace. En mi caso, no callé cuando la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales publicaba en 1995 el estudio de Eduardo Galán, Reflexiones en torno a una política teatral, con prólogo de José María Aznar y con la colaboración de Juan Carlos Pérez de la Fuente; tampoco callaré ahora. Otros callaron e incluso colaboraron activamente con el Partido Popular en muy diversos frentes, lo que podría indicar que puestos, favores y prebendas son más importantes que las ideas. Por mi parte, ya que no puedo reclamar ese derecho a ser oído que a otros sí concede, ejerceré mi deber cívico de señalar algunos principios básicos para desarrollar una política teatral orientada al desarrollo integral del campo y que se articularán en una serie de trabajos que verán la luz en los próximos números de esta revista, mientras otros se presentarán en formato de libro.

Queda mucho por hacer. Por eso asombra esa querencia por descubrir Mediterráneos de la que hace gala la Ministra de Cultura. A principios del mes de julio y desde São Paulo anunciaba poco menos que la demostración de la cuadratura del círculo en cuanto a políticas culturales, y proclamaba urbi et orbe el desarrollo de un nuevo paradigma de política cultural para el mundo mundial. La gravedad del asunto no radica en que la Ministra insista en esa tendencia a situarse en otra realidad y que tanto nos recuerda aquella obra de Shakespeare titulada Much a do about nothing, sino en que parece desconocer la existencia de paradigmas de acción cultural, potenciados en su día desde la UNESCO, que ya se han desarrollado en países de nuestro entorno (como la democratización cultural o la democracia cultural) y que en la práctica son todavía desconocidos en España, por no hablar de una gestión cultural desarrollada con y para la ciudadanía, como proponía Toni Puig en un trabajo de 1997 publicado en el volumen colectivo Animación Sociocultural y editado por Ariel. Esas políticas culturales que se definen como “nuevas” o incluso como “radicalmente nuevas”, y que en el fondo constituyen revisiones de paradigmas conocidos, no dejan de ser papel mojado o simples juegos de artificio, sobre todo cuando se formulan por personas que en su ejecutoria pública nada han hecho por impulsarlas sino todo lo contrario y cuando no se concretan en los correspondientes presupuestos.

¿Dónde hemos de buscar la praxis que justifica las recientes formulaciones teóricas e incluso algunas propuestas programáticas del Ministerio de Cultura y de su responsable actual? Y pregunto dónde, porque Carmen Calvo viene de una Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía en la que presumiblemente debiera haber desarrollado muchas de las ideas que ahora promueve desde el Ministerio o desde un marco tan importante como el Forum Cultural Mundial de São Paulo. De no ser así, su discurso no deja de ser, como diría Derrida, una “narración” más, una fabulación improbable que se nutre de principios formulados con anterioridad, como el de la diversidad o el de la excepción cultural, y que remiten a líneas de actuación que precisan de la concurrencia previa de programas aún por implantar en España. Y lo que es peor, su discurso no resulta creíble.

El Mediterráneo es uno de los primeros mares conocidos por la Historia. No hay necesidad de descubrirlo, ni de inventar otros mares pues la cartografía general del planeta se completó hace tiempo. Y otro tanto ocurre con las políticas culturales y teatrales. Existe bibliografía abundante en la que se explican, con todo lujo de detalles, modelos de acción cultural que en España, en su conjunto, todavía son novedad. Como ejemplo podríamos analizar el modelo de difusión teatral imperante y que, salvo los casos específicos de Madrid, Barcelona o Valencia, se basa en una distribución aleatoria, puntual y circunstancial, de función casi única, y por lo tanto ajena a cualquier principio de exhibición intensiva y extensiva, orientada a la creación, consolidación o fidelización de públicos. Otro tanto podríamos decir del modelo de creación teatral, pues la mayoría de las capitales de provincia y de los núcleos de más de cincuenta mil habitantes, carecen de unidades estables de producción. Se consagra así el modelo de ciudad receptora frente al modelo de ciudad creadora; y este último modelo podría condensar muchos de los principios que sustentan la idea de la diversidad cultural en tanto se trataría de potenciar por igual la idea de una ciudad para el teatro y la necesidad de promover los teatros de la ciudad. 

Curiosamente, algunos de esos libros fueron editados en los años setenta por el Ministerio de Cultura. En uno de ellos (La desmitificación de la cultura, 1979), Finn Jor proponía líneas de actuación de fácil aplicación y que contienen ideas que ahora sustentan la Carta de São Paulo suscrita en el Forum Cultural Mundial Brasil 2004. Infelizmente, muchas de las propuestas contenidas en aquellos estudios e informes, que en buena parte provenían de la UNESCO, fueron ignoradas por los sucesivos responsables del Ministerio de Cultura. El gran drama que padecemos en España (en sus autonomías, provincias, capitales, comarcas, ciudades, pueblos…), al menos en el ámbito de las Artes Escénicas, es que modelos de acción cultural básicos, como los estudiados por Emiliano Fernández Prado en su estudio La política cultural, siguen ausentes de la praxis política y basta con analizar los presupuestos de cultura de las diferentes administraciones para constatar esa triste realidad. ¿Cómo puede la “cultura” convertirse en un factor de desarrollo comunitario, de promoción sociocultural y de creación de riqueza material e inmaterial, cuando no es más que un simple adorno para programaciones específicas y muy puntuales?

En ese sentido desde el Ministerio de Cultura y desde el gobierno central, cabría desarrollar estrategias y líneas de actuación orientadas a transformar ese estado de cosas, colaborando con unos y deliberando con otros, pero siempre señalando vías para convertir las Artes Escénicas, en tanto que patrimonio cultural singular de utilidad pública, en un factor de desarrollo humano y crecimiento económico.     

Para eso no necesitamos, de momento, paradigmas universales e innovadores en política cultural y teatral. Necesitamos que se formule y desarrolle un programa de normalización de las Artes Escénicas y que en su formulación, puesta en marcha y evaluación continua, participen los agentes sociales, en un proceso de diálogo y deliberación en el que el bien común se sitúe por encima de los intereses sectoriales; incluso por encima de los que, desde el propio Partido Socialista y a título individual, alientan políticas neoliberales y de privatización y destacan por la defensa del monopolio escénico, por no hablar de quienes promueven la frivolidad, el absentismo laboral, la dejación y el despilfarro, fantasmas de un pasado demasiado reciente, que tanto perjudicó la trayectoria del Partido Socialista. Visto lo visto, vuelve la “beautiful people”.

Una de las funciones del Ministerio de Cultura, y en particular del INAEM, consiste en definir las líneas generales de un proyecto que tenga entre sus objetivos la creación de tejido teatral, la potenciación de las Artes Escénicas como un factor de desarrollo comunitario y un aumento substantivo de capital teatral entre la ciudadanía. Y la complejidad del problema exige una respuesta programática integral y global, que se puede articular desde la formulación de una política teatral asentada en las aportaciones de la Teoría General de Sistemas. Porque la diversidad a la que tanto alude la Ministra de Cultura no sólo se detecta entre pueblos o culturas sino que es un rasgo distintivo y diferencial de las Artes Escénicas pues hay que hablar de teatros, de públicos, de estéticas, de tendencias… (siempre en plural), lo que exige, en el territorio común que habitamos, la colaboración y la coordinación interministerial, interautonómica y entre muchas otras instituciones y organismos. Más que lanzarse a solucionar los problemas del mundo mundial, la Ministra de Cultura, con su corte de colaboradores y expertos, debiera ser capaz de proponer soluciones para recuperar un sistema teatral moribundo.  Los principios teóricos, programáticos o metodológicos que sustentan la Carta de São Paulo, firmada por la Ministra de Cultura, podrían contradecir lo que ha sido su praxis al frente de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y para nada concuerdan con algunos de los nombramientos realizados en el Ministerio, también en el INAEM. Por eso no podemos dejar de hablar de una querencia preocupante por los “fuegos artificiales”, pues si para algunas personas puede resultar particularmente estimulante que Madrid sea la sede en 2005 de un Congreso Mundial de Ministros y Ministras de Cultura, por el impacto universal del evento, para otras resulta especialmente grave esa búsqueda compulsiva del escaparate, en tanto síntoma de un modo de hacer política marcado por la exuberancia de la carpintería escénica, por la pobreza de la interpretación y por la ausencia de una teoría avalada por la praxis (y viceversa). 

Nada tengo contra la citada Carta de São Paulo. Es más, a pesar de su naturaleza un tanto etérea y de su falta de concreción programática, que evita la asunción inmediata de compromisos y la provisión de recursos monetarios, cualquier persona de bien la subscribiría en su totalidad, sobre todo porque en algunas de sus ideas más claras y substantivas se deja sentir el peso de aquella pedagogía crítica que formulaba Paulo Freire en los años sesenta y setenta. Pero de entrada no es más que una declaración de buenas intenciones. El problema radica en que las cartas, los documentos, los manifiestos y todos esos actos de lenguaje, o narraciones, sólo son papel mojado cuando no se substancian en la praxis y no van acompañados de la correspondiente memoria económica. Y en nuestro caso la praxis, pasados los primeros cien días de gobierno, no va por buen camino. Es más, se presienten malos tiempos para las Artes Escénicas, sea por la ausencia de programa sea por la voracidad de los enemigos de lo público y de la república. Por eso es tan importante que nuestros gobernantes abandonen el limbo y dejen de flotar. Tienen que aterrizar, tomar contacto con la cruda y dura geografía de lo real, ponerse ropa de faena y empezar a trabajar. No se trata de descubrir el mundo, sino de construir la república, nuestra república, en cada aldea, en cada pueblo, barrio, ciudad… Sólo así podremos aspirar a construir un nuevo mundo mundial.