Por Juan Antonio Hormigón
Confío que me concedan el placer e incluso el derecho de sentirme feliz ante la presentación del número 100 de la Revista ADE-Teatro. No es frecuente que una publicación periódica cultural ni antes ni ahora, haya recorrido una senda tan larga y es lógico que a mí, a quienes conmigo colaboran y a la Asociación de Directores de Escena que la promueve, nos llene de legítimo orgullo y nos provoque una honda satisfacción.
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Las revistas culturales fueron siempre en España de vida efímera. Algunas de títulos tan resonantes como Don Quijote, Revista Nueva, Electra, Germinal, Helios, La Pluma, Hora de España, Acento Cultural y cientos más, tuvieron una vida muy breve o relativamente corta. Casos hubo en que muchas de estas publicaciones tan sólo tuvieron una o dos entregas; otras por el contrario llegaron a sesenta, setenta y abandonaron a la postre.
Las razones de su finalización son diversas. Posiblemente en la mayor parte de los casos se haya debido a dificultades económicas o a la pérdida del apoyo de la entidad que las sustentaba. También podemos reseñar decisiones administrativas de censura por razones políticas o morales, o al “suicidio” como respuesta a asedios de esa especie. No han sido en cualquier caso las únicas razones. Con cierta asiduidad percibimos como causa el agotamiento intelectual del proyecto o las desavenencias surgidas entre los componentes del núcleo mentor de la revista. No es difícil suponer que el cansancio o la falta de tesón en el empeño, hayan podido acarrear igualmente la liquidación de aquello que fue motivador en su día y se ha convertido en molestia en el presente.
Con las revistas específicas dedicadas a las artes escénicas las cosas fueron similares. El El Teatro, por ejemplo, que tenía enorme interés y cuidado compositivo, con un impresionante despliegue fotográfico, se inició en octubre de 1900 y concluyó en abril de 1904. Una nota al final de la última entrega anunciaba la defunción y anunciaba un próximo retorno una vez superadas las dificultades. El Arte del Teatro, su continuadora en cierto modo, no llegó a los tres años de existencia, de 1906 a 1908. Comedias y Comediantes duró algo más de cuatro. La revista El Teatro publicada en los años cincuenta, tuvo una vida corta aunque su contenido fuera de muy buen nivel. Ni Yorick ni El Público, ni Estudis Escènics, ni Pausa, llegaron tampoco a hacerse centenarias.
Justo es decir que ha habido otras como España, La Esfera, Revista de Occidente, Indice de Artes y Letras, Cuadernos Hispanoamericanos, Insula, etc. que han superado con mucho el centenar de entregas. En todos los casos el proyecto tuvo o sigue teniendo una clara y sostenida definición, pero ha contado igualmente con un adecuado soporte financiero de índole pública o empresarial. También entre las revistas de teatro podemos reseñar a Primer Acto, que ha alcanzado ya el número trescientos; toda una proeza.
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Quizás pudiera establecer ahora una rápida asimilación con alguno de los ejemplos citados, pero no es mi intención hacelo. Las peculiaridades del proceso seguido por nuestra publicación le confieren características propias que no sólo definen su ámbito intelectual, sino también su especificidad.
Como ya he contado en otras ocasiones, lo que hoy es la Revista ADE-Teatro nació como un Boletín que constaba en su entrega inicial de cuatro hojas. Ese fue su número 1, del que me acuerdo con alguna frecuencia cuando reflexiono sobre el camino recorrido, y que aún a pesar de su parca extensión contenía aspectos programáticos concluyentes respecto a lo que queríamos hacer. A partir de ahí el proceso fue de expansión paulatina en el plano formal, pero sobre todo de definición y consolidación de una línea editorial y de un Consejo de redacción No fue tarea sencilla como es fácil suponer. Incluso fue necesario en un principio motivar las colaboraciones de unos y otros. Algún número de los iniciales me vi en la obligación de redactarlo casi por completo, pero muy pronto conseguimos la progresiva contribución de diferentes colaboradores.
En este sentido debo recordar que ADE-Teatro emana de la Asociación de Directores de Escena de España, que la sustenta y en la que difunde el contenido de los encuentros de estudio y análisis sobre las actividades escénicas que promueve. Esta interelación inscrita en una dialéctica intensa y permanente, ha producido resultados fructíferos.
Desde muy pronto sin embargo, propuse que la publicación tuviera su propia autonomía determinada por su Consejo de redacción. Este se fue constituyendo a partir de un núcleo inicial integrado junto a mí por Carlos Rodríguez, Inmaculada Alvear, Laura Zubiarrain, Rosa Briones y Alejandro Alonso, al que se sumaron bastante pronto Eduardo Pérez-Rasilla y Fernando Domenech. Carlos Rodríguez se convirtió poco después en Redactor Jefe y más tarde propuse a Jaume Melendres que oficiara de subdirector. Andando el tiempo, Alberto Fernández Torres, Jorge Urrutia y Yolanda Pallín entraron a su vez en el Consejo, pasando Nathalie Cañizares a ser Secretaria de redacción. No mucho después esta fue sustituida por Inmaculada de Juan, que desempeña desde hace años ya dichas funciones. Sólo en fecha más reciente se han incorporado Manuel Vieites, que llevaba colaborando activamente en la revista desde mucho antes, y Angel Martínez Roger. A todos ellos hay que añadir una amplia nómina de redactores asociados y de colegas de diferentes autonomías que permanecen atentos a las cuestiones que pueden ser interesantes para nosotros, además de un extenso listado de colaboradores.
Capítulo aparte merece la labor Tomás Adrián, creador del diseño gráfico de la revista desde sus inicios hasta la fecha, así como del conjunto de publicaciones de la ADE. La imagen, la distribución de los materiales, la articulación de textos e ilustraciones, el concepto gráfico general corren a su cargo. Su concurso ha sido decisivo a lo largo de nuestra historia, introduciendo cambios sustantivos o sutiles en las diferentes etapas, y estableciendo la interpretación justa de lo que la temática proponía en cada caso.
Desde hace años, la Revista ADE-Teatro ha alcanzado la periodicidad de cinco entregas anuales con una media de doscientas cuarenta páginas en cada una de ellas. Nuestro objetivo fue desde siempre compaginar la información y análisis sobre cuestiones de actualidad escénica, con estudios de historiografía, teoría o técnica del teatro. Desde que fue posible hacerlo, insertamos una abundante cantidad de documentos fotográficos, para que cuando menos ofrecieran el referente icónico del objeto que tratamos.
Creemos firmemente que sólo en la medida que tenemos opiniones sobre el mundo y criterios respecto a lo justo y lo injusto, es posible hacer teatro en su plenitud contemporánea. En consecuencia hemos prestado atención en nuestras páginas a las cuestiones nacionales o internacionales que afectan directamente a la civilidad, a la democracia, a la justicia y a la paz. En estos tiempos de guerras ilegales, nos hemos pronunciado frontalmente contra las guerras de agresión. En las circunstancias escabrosas en que se ha visto envuelta España por las acciones del último presidente del gobierno, lo hemos denunciado con toda la energía de que somos capaces. Todo ello no es fruto del adorno sino de la convicción. Consideramos que no se puede hablar de teatro de forma endogámica, al margen de las contradicciones sociales, del devenir histórico o de los padecimientos y esperanzas de los seres humanos o los pueblos y queremos ser fieles a dichos presupuestos.
El ingreso de ADE-Teatro en la Asociación de Revistas Culturales de España acrecentó nuestra presencia tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Quedó garantizada la participación en numerosas ferias del libro, en otras de carácter monográfico y abrimos nuevos puntos de difusión en Latinoamérica. El programa de compra de suscripciones que promueve la Dirección General del Libro, ha propiciado a su vez que nuestra publicación figure en los fondos de más de seiscientas bibliotecas españolas así como en las de los institutos Cervantes.
Por todo ello debo expresar mi gratitud a todos aquellos que han colaborado en nuestras páginas, más atentos a participar y enriquecer este proyecto cultural que es ADE-Teatro que a cualquier consideración de orden material. Muy en particular a todos los integrantes del Consejo de redacción, incluidos aquellos que hace tiempo lo abandonaron por problemas personales. Con ellos y con su concurso, las reuniones en que definimos cada una de nuestras entregas han sido de una gran altura intelectual y nos han permitido diseñar concienzuda y sopesadamente su contenido. Muy especialmente debo referirme al concurso de Carlos Rodríguez e Inmaculada de Juan, que contribuyen con su constancia y profesionalidad en la coordinación de cada entrega, a que estas lleguen a buen puerto.
No quisiera olvidar en estas líneas que sirven de pórtico a nuestro número 100 de ADE-Teatro, ofrecer mi agradecimiento personal e institucional a todos aquellos que colaboran en este número respondiendo a la incitación que a cada uno de ellos hice. Son amigos y seguidores de nuestra Revista, pero ante todo se trata de personalidades de la crítica, la investigación, la literatura dramática, las profesiones escénicas o la docencia de incontestable relevancia personal, reconocidos a escala nacional e internacional. Nos sentimos honrados y conmovidos por lo que dicen y por venir sus reflexiones de quienes vienen.
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Este largo viaje que se inició en 1985, lo emprendimos con un equipaje tan ligero que era casi imperceptible. Ha habido que optimizar los recursos en todo momento y buscar soluciones imaginativas. Los servicios culturales de países como México, Polonia, Venezuela, Eslovaquia, Puerto Rico, Cuba, Alemania, Gran Bretaña, Islandia, Francia, Serbia y la Comunidad Europea, han colaborado a lo largo de nuestra andadura de forma diversa, pero siempre constatable, en la elaboración de monográficos o en su publicación. Lo mismo podemos decir de algunas comunidades autónomas españolas como Valencia, Andalucía, Aragón, Castilla León y la Diputación de Barcelona, lo que nos permitió elaborar monográficos sobre todas ellas.
Durante años hemos desarrollado un programa con el Instituto de la Mujer del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, para publicar la obra de una escritora española contemporánea. Así pudimos insertar textos de Ana Diosdado, María José Ragué, Teresa Gracia, Carmen Resino, Mercedes León, Garbi Losada y Antonia Bueno. Lamentablemente este año dicho proyecto y otros más han sido suprimidos por sorpresa y sin explicaciones por decisión de la última directora de dicha entidad, la depredadora Miriam Tey, a la que poco tendrán que agradecerle nuestras escritoras.
Pensando en lo que la ADE lleva realizado en diferentes campos, de lo que nuestra Revista puede representar de forma objetiva, causa cierto rubor la cicatería exhibida por el INAEM en los cuatro últimos años. Se trata desde luego de una legislatura para olvidar por múltiples razones, también por esta. Lo avanzado en la anterior ha sufrido un estancamiento rotundo. Nos preguntamos con frecuencia si existe un sentido de Estado al valorar lo que significan aquí y ahora entidades como la nuestra y otras similares, para la vertebración y la cultura de nuestro país.
Estamos dominados por el mundo de la apariencia, sobre todo en el terreno cultural, y el reconocimiento del trabajo bien hecho es poco relevante. Percibimos nombramientos para cargos de responsabilidad en los que es difícil establecer los fundamentos que los determinan, más allá de las amistades que puedan existir entre quien les nombra y ellos mismos. Ignoramos a qué compromisos deben responder y cuál es su programa. Quizás por ello, porque nosotros sí buscamos el trabajo bien hecho y no la apariencia ni las fanfarrias vacuas de las operaciones de mercado, debemos seguir reclamando la consideración objetiva y no el subjetivismo ni la venalidad del gobernante.
Este número 100 de la Revista ADE-Teatro aparece en plena transición gubernamental tras las elecciones de marzo. Deseamos lo mejor al nuevo gobierno y esperamos que no nos defraude, porque en el campo de la cultura y en el del teatro en particular, está casi todo por hacer en cuanto a organización y diseño de estructuras y vías que propicien y potencien el trabajo y las capacidades de los individuos e instituciones. De todo ello seguiremos hablando y vamos a estar muy atentos. Quede hoy sólo nuestro brindis porque llegamos al centenar.